Esta obra busca romper ideas preconcebidas en torno a conceptos como la enfermedad, la alimentación y la suciedad en la edad media. Para el hombre medieval los olores eran un elemento trascendental, capaz de evocar la divinidad y la enfermedad. A nuestros antepasados, el perfume de las especias los transportaba al paraíso terrenal y daba veracidad a un milagro. El hedor de los desechos, en cambio, era causa de corrupciones en el aire y engendraba terribles enfermedades como la peste. Esta dualidad podía percibirse en el espacio urbano, donde, desde el siglo XIII, comienzan a aparecer medidas para mejorar la salubridad de lugares como la carnicería, el mercado, las calles principales… Se trata del nacimiento de un espacio común que se estructuró y delimitó progresivamente a lo largo de varias centurias.
Como se demuestra en el libro, a pesar de los numerosos problemas higiénicos derivados de convivir en ciudades cada vez más pobladas, nuestros antepasados no se resignaron a vivir pasivamente en medio del barro, sino que buscaron medidas para mejorar su día a día. Estas páginas son el estudio de algunas de estas medidas entre los siglos XIII y XV.